17/11/08

Los Pastores del mar

“Cuando montamos la Sociedad allá por el 77, la idea fue crear una organización dedicada a la conservación, no a la protesta; una organización que defendiera los tratados y las regulaciones internacionales sobre la caza indiscriminada de mamíferos marinos, leyes que ya existían pero nadie las respetaba, y sobretodo, nadie las hacia respetar.” Paul Watson, enero de 1999.

La “Sea Shepherd Conservation Society” (algo así como la Sociedad de Conservación Pastor del Mar) fue fundada en 1977 en la ciudad de Vancouver, Canadá, por el capitán Paul Watson, un joven y “melenudo” idealista quien, junto a una escueta pandilla de soñadores, se prometió proteger la fauna mamífera marina mediante la clausura efectiva de todas las operaciones ilegales de caza y piratería relacionadas con la misma.
Con el apoyo financiero de Cleveland Amory (otra de las leyendas del conservacionismo) y su “Fund for Animals”, estos valientes muchachos se montaron su primer embarcación en Hull, Inglaterra, bautizándola con la ya legendaria marca registrada “Sea Shepherd”.
Apoyada jurídicamente por el Departamento de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, la SSCS (siglas en inglés de la organización) se ha comprometido desde sus inicios a terminar con la caza ilegal de ballenas y demás mamíferos marinos, la pesca general indiscriminada, la destrucción irresponsable de los diferentes habitats sumergidos y todas aquellas impunes violaciones a las leyes establecidas en nombre de la labor científica.
Su primer misión se llevó a cabo en los témpanos orientales del norte de Canadá, donde el equipo se interpuso entre las focas blancas bebe y sus victimarios. Desde entonces han pasado casi tres décadas y el curriculum de Watson y sus alegres “secuaces” es tan rico que me tomaría una edición anual completa de esta revista para satisfacer tamaña obsesión historiográfica. No obstante, he aquí algunos de sus grandes momentos:

· Entre los años 1979 y 1980, la SSCS fue responsable del hundimiento de 6 balleneros piratas, incluida la mitad de la flota ballenera española y el terrible “Sierra”, cuya tripulación se puede adjudicar -sin miedo a la mentira- mas de 25.000 asesinatos, víctimas representantes de todas las especies de balénidos habidos y por haber. A raíz de estas acciones muchos de los inversionistas decidieron abandonar el negocio y durante un tiempo podríamos decir que la caza de ballenas fue virtualmente suspendida a lo largo y ancho del Atlántico.
· En 1981, las horribles matanzas de delfines en la isla Iki, Japón, fueron abolidas como consecuencia de las serias advertencias de acción directa de parte de esta pragmática agrupación.
· En aquel mismo año, alrededor de 300.000 focas blancas bebe fueron salvadas de una muerte segura en St. John Harvour, Canadá, gracias a un exitoso bloqueo ejecutado con pericia y astucia por parte de la SSCS. Como consecuencia de esta meritoria movilización –y no nos olvidemos de la prensa- la casa de focas estuvo prohibida en la zona durante los siguientes 10 años.
· Durante el 85 y el 86, la SSCS bloqueó las bahías de las islas holandesas Faeroe, donde enormes manadas de ballenas piloto eran cruel y sistemáticamente masacradas.
· A finales del 86, la mitad de la flota ballenera islandesa se encontraba muy por debajo de cualquier mamífero. Los “pastores del mar” no dejaron en pie ni siquiera la planta procesadora de carne, obligando a la industria local a cerrar al menos por un buen tiempo.
· Para 1991, ya existía el “Sea Shepherd II”, y la SSCS había logrado inhabilitar cuatro pesqueros de arrastre y confiscar más de 100 millas náuticas de red.
· En 1992 se cargó al pesquero Jiang Hai en Kaohsiung, Taiwan, y al ballenero Nybraena en los mares de Noruega.
· A finales de 1998, la SSCS logró frustrar exitosamente el primer intento de caza ilegal en territorio norteamericano, en el cual 5 ballenas Gray de California estaban a punto de nadar al otro mundo, mérito que tuvieron que volver a repetir al año siguiente.
· Recientemente se organizó la primer expedición por la Antártida para perseguir a los balleneros japoneses.

Sabiendo todo esto –e imaginándose el resto- uno podría pensar que a Watson y al resto de la organización se los considera verdaderos héroes tanto por el círculo conservacionista como por la opinión pública. Pues bien, nada más lejos de la realidad. La Sociedad ha sido maldecida en reiteradas ocasiones y sus miembros acusados de muchas cosas, incluyendo el de no ser otra cosa más que un “grupejo de terroristas”. No obstante, existe una verdad que nadie puede negar: Watson es el padre indiscutido del conservacionismo por vía de la acción directa y ha salvado más mamíferos marinos que nadie en este mundo. Decir acción directa es muy distinto a hablar de terrorismo.
En total la SSCS ha llevado 10 barcos al fondo del océano y en todas estas operaciones, así como en la labor de la Sociedad en general, la seguridad fue siempre una prioridad. Ni una sola víctima humana se ha llorado en más de dos décadas de acciones similares. Además, la SSCS jamás negó responsabilidad en ninguna de sus intervenciones e invita siempre a sus víctimas a denunciar sus travesuras a las autoridades. Esto nunca ocurrió. La mafia y los traficantes de carne saben que su negocio prolifera mejor encubierto. Además, no sería de extrañar que este tipo de “empresarios” prefiriera utilizar métodos remunerativos un tanto más dramáticos. Amenazado de muerte por definición, Watson asegura no tener miedo y responde con el clásico “todos morimos tarde o temprano”.
En una entrevista reciente, cuando le preguntaron si había experimentado algún suceso radical que cambiara su vida para siempre, Watson respondió lo siguiente: “Bueno, ocurrieron muchas cosas, pero la experiencia que realmente marcó mi rumbo ocurrió en junio de 1975 cuando por primera vez intentamos bloquear una flota rusa de balleneros en las afueras de California y no tuvimos mejor idea que ubicarnos entre los arponeros y su presas, apostando que ningún ser humano consciente arriesgaría lastimar a otro bajo estas circunstancias. Por supuesto, fuimos muy ingenuos. Bob Hunter (cofundador de Greenpeace) y yo corríamos delante de una nave de 50 metros de eslora, intentando lo mejor posible hacer de escudo a ocho hermosos chacalotes que nadaban por su vida cambiando constantemente de dirección. Aguantamos así 20 minutos. Recuerdo la frustración de los arponeros, los gritos del capitán a centímetros de sus oídos y ese gesto de pasar su índice por la garganta mientras nos miraba y sonreía. Fue entonces cuando supimos que estábamos en problemas. Minutos más tarde, oímos un horrible estruendo y vimos cómo un arpón nos rozaba las cabezas e impactaba de lleno en el lomo de aquella pobre ballena, arrancándole de súbito un grito desgarrador. Inmediatamente después, su compañera de mayor tamaño, conocida como la “escolta” de la manada, desapareció de nuestra vista sumergiéndose abruptamente. Al principio creímos -producto de nuestra ignorancia- que la muy astuta nos embestiría desde abajo, por lo que Bob y yo esperamos lo peor. ¡Qué equivocados estábamos! Segundos después, la valiente escolta pegó un tremendo salto justo detrás de nosotros enfilando justo en dirección a los arponeros. Pero los malditos estaban preparados. Un segundo arpón impactó de lleno en su cabeza manchando de sangre todo alrededor. La ballena se sumergió y un sendero de rojas burbujas bordeó nuestra lancha hasta que sobre la otra banda vimos emerger nuevamente a la gran escolta herida. Fue entonces cuando, ya pronta a las últimas profundidades, nos miramos a los ojos. Y eran unos ojos que entendían, una mirada de comprensión que agradecía por lo que habíamos intentado hacer. Podría habernos aplastado con su cuerpo sin muchas dificultades, pero en cambio se alejó lentamente -siempre manteniendo la vista en nosotros- y allí mismo, murió. Desde entonces he sentido la imperiosa necesidad de proteger la mayor cantidad de ballenas posibles.”
Como ya les había comentado antes, en el año 1979 el legendario “Sierra” -el ballenero pirata más infame y exitoso de toda la historia- se convirtió en el objetivo número uno del capitán Watson y su equipo. El Sierra había cambiado varias veces de bandera, camuflado en incontables ocasiones su verdadero nombre y siempre consiguió mantener oculta la identidad de sus dueños durante la cacería ilegal de miles y miles de ballenas. Su tripulación se cargaba todas las criaturas -descendientes de aquel roedor primigenio- que se cruzaran en su camino: hembras embarazadas y madres recientes, ballenas azules, jorobadas, orcas... la lista no acepta excepciones. Y todo esto en una época donde organizaciones ecologistas como Greenpeace (entre otras) ganaban millones de dólares en campañas de protesta. Hundirlo se convirtió en una obsesión para los muchachos del “Sea Shepherd”. En las palabras de Watson: “La tripulación del Sierra fueron los cabrones más destacados del circuito ballenero. Operando al mismo tiempo con oficiales noruegos apostados en Cabo Verde, arponeaban todo lo que se les cruzara por al lado y vendían la carne a los japoneses sin que nadie los molestara. Fue por esto que decidimos atraparlos, y me he sentido muy pero que muy bien después de haberlo conseguido.”
Para ello contó una vez más con el apoyo económico de Cleveland Amory y tras meses de investigación estilo inteligencia militar, espías e informantes infiltrados, ubicaron al ballenero en las afueras de Portugal donde fue interceptado y embestido por Watson y su tripulación. Herido y tragando agua, el Sierra logró escapar y esconderse en puerto, pero no por mucho tiempo. Un equipo de buzos tácticos dirigido por la SSCS colocó una mina en el casco del ballenero y bueno, ¡¡BUM!!, adiós y no vuelvas. En una entrevista a su primer oficial sobre lo sucedido, el hombre dijo lo siguiente: “Al ver cuán intensamente los ecologistas sentían afecto por estas bestias, comencé a cuestionarme lo que había estado haciendo con ellas. Hundirnos fue la única manera de pararnos... no creo que vuelva a matar un ballena en mi vida.”
Si bien históricamente los hundimientos han sido siempre la tarjeta de presentación, la ficha pintoresca de esta carismática Sociedad, las campañas de la SSCS no se limitan tan solo al Projecto Ahab, es decir, a torpedear e inhabilitar balleneros. También existen y se encuentran activos los siguientes emprendimientos:

· TICO (Operación para la Conservación Isla del Tesoro) encargada de proteger diferentes santuarios y parques marinos en lugares como las Galápagos, la periferia de Costa Rica y otras muchas islas del Caribe.

· El Programa de Interceptación de Mega Líneas de Pesca, división experta en confiscar líneas de arrastre y redes de deriva ilegales, sin dudas la peor amenaza humana para la fauna marina.

· Operación Tierra Fértil, dedicada a recuperar la vida en los fondos marinos que han sido saqueados y destruidos con los sistemas de pesca por dragado (los muy pícaros colocan unas estructuras de metal y concreto que destruyen cualquier maquinaria que pretenda pasarles por encima).

· Seal Shepherds (Pastores de Focas), con objetivos y tácticas muy similares al Proyecto Ahab.

· Equipo de Defensa Legal, o reclutamiento de abogados pro bono (voluntarios) que se dediquen a, digamos, hacerle la vida de algunos gobiernos y corporaciones poco responsables más difícil de lo que ya les resulta.

· Sea Shepherd Internacional, agrupaciones locales (Brasil, Europa, Singapur, Sud África) dedicadas a problemas locales, todas ellas relacionadas con el mar y sus habitantes.

La efectividad y eficiencia de la “Sea Shepherd Conservation Society” es innegable; simboliza la voz puesta en acción de todos aquellos que no se conforman con la realidad establecida. La pregunta que sigue es obvia: ¿cuándo empezaremos a exigir el cumplimiento de las leyes que protegen la biodiversidad en el mundo? O directamente, ¿por qué tenemos que exigir que funcione lo que supuestamente ya debería estar funcionando? La respuesta, mis amigos, es muy simple: allí no hay negocio; allí no hay dinero. Nadie que esté realmente luchando por esta causa, lo hace con la idea de hacerse rico. Y aquí es donde aparecen insólitos personajes como Watson y los miembros voluntarios de la SSCS.
En las palabras de la famosa antropóloga Margaret Mead: “Nunca subestimen la habilidad de un individuo para cambiar el mundo. Francamente, es lo único que realmente lo cambia.” En el caso de Watson y la Sociedad, la crítica y los celos surgen del hecho de que todas las leyes y negociaciones llevadas a cabo por la vía “legal y anónima”, resultan superfluas al lado de la convicción puesta en acción por un grupo de almas decididas. Un grupo de “idealistas” que reconocen lo utópico de su misión, y aún así la llevan a cabo.
Ya lo dijo el mismo Watson: “Toda victoria es temporal. Toda derrota, permanente.” En este mundo en que vivimos, la verdadera labor ecologista es constante, extenuante, gratuita y provisoria. Sin embargo, todo aquel que participa sabe bien que una cosa es la desesperanza, y otra muy distinta la resignación.
Hacer: he ahí la clave. Hacer y dejarse de palabras.