10/6/09

EL MIMBRE Y EL TEMPE

Tributo al Delta del Paraná (parte II)

Conciente de que me estoy olvidando de muchos otros, aquí les dejo una pequeña lista de escritores que han paseado sus almas por los rincones del delta

Haroldo Conti: El recordado escritor fue premiado en el año 1962 por su novela Sudeste. La portada del libro muestra un paisaje del Delta pintado por el gran Horacio Butler. El personaje central de la obra es "el Boga" y la acción transcurre en el arroyo Anguilas.

Olga Bressano de Alonso: Su obra El hijo isleño es un fresco del Delta que narra los usos, costumbres y vicisitudes de sus habitantes.

Fray Mocho: Seudónimo de José Sixto Álvarez, en su célebre e invalorable libro Un viaje al país de los matreros, cuenta con crudeza los avatares de algunos pobladores delteños y hace una vívida descripción de las islas durante el siglo pasado.

Lobodón Garra: Seudónimo de Liborio Justo, en su libro Río Abajo, escrito en el año 1954, el autor narra historias reales ocurridas en las islas del Ibicuy, voz guaraní que quiere decir “arenal”.

Julio Migno: Llamado “el poeta de los que no tienen voz” y “el cantor de los desencantados”, su poesía ha sabido captar los valores profundos del alma y toda la problemática del isleño. Poeta con mayúscula, este hombre nos hace vibrar hasta la última de las fibras en cada verso, en cada imagen y su visión realista, no es un impedimento para mostrar todo lo mágico y romántico que transmite el Delta.

Victor Ostrowsky: Su obra La vida en el gran Río - El Paraná en kayac, relata su viaje desde las Cataratas hasta una isla ubicada en el Río Capitán a bordo de un kayac de goma. La travesía la realizó en el año 1966 y describe no solo los paisajes y las peripecias que tuvo que pasar para llegar a destino, sino que muestra la vida de los habitantes del río y de la fauna.

Hector Prado: Nacido en una isla del arroyo La Barquita, este poeta, escritor y pintor vastamente premiado, es uno de los referentes importantes que tiene la región. En sus pinturas predomina el paisaje delteño y en sus libros, siempre está presente su tierra natal.

Y dejamos para el final a los dos grandes apellidos que dieron mayor impulso a l desarrollo del Delta: los valientes don Faustino y don Marcos

El mimbre de Sarmiento
En sus escritos, este prócer de pura cepa nos narra su descubrimiento del Delta y describe los aspectos físicos y las posibilidades económicas de la región a la que denomina Carapachay. En verdad, Sarmiento es el precursor de las campañas para poblar las islas y de la ayuda a sus habitantes. Fue un incansable luchador para que se le otorguen títulos de propiedad y posesión a los que trabajasen las tierras. En 1855 llevó al Delta a un grupo integrado, entre otros, por Carlos Pellegrini y el entonces coronel Mitre, ministro de Guerra y Marina, para convencerlos de las bondades y posibilidades de las islas. Fue en esa oportunidad cuando él mismo plantó por primera vez una varilla de mimbre en tierra isleña y pronunció un discurso con “jocosa gravedad” para celebrar dicho acto. A continuación, un resumen de la crónica que escribió él mismo sobre esa expedición:
“En el año del Señor de 1855 a ocho días del mes de setiembre, día de la Navidad de María, surcaba las quietas aguas del canal de Luján, entre las tupidas enramadas de sauces llorones que por ambos lados lo guarnecen, la lancha de la Capitanía del Puerto de Buenos Aires, mandada por el comandante de marina don Antonio Somellera, e impulsada por doce robustos remeros de la marina del Estado.Era esta una expedición de exploración y de descubierta de las tierras hasta entonces ignoradas de las islas del Paraná.No hay de lo sublime a lo ridículo sino un paso. Era, pues, preciso poner a salvo de este riesgo a las islas de la Delta cuando iban a visitarlas, por primera vez, marinos, militares e ingenieros argentinos, que por hábito o descuido llevan el rebenque en la mano, no obstante ir embarcados.Dejando el transitado canal de Luján a la derecha, tomamos el solitario camino real de las carabelas, piraguas y angadas del Paraguay, canal de la Esperita, atracando donde confluye con el Carapachay de un lado y del Torito por otro, a la sombra de un grupo de sauces llorones, al pie de un muelle rústico, y a la puerta de una morada de una familia de labradores. En presencia de aquella naturaleza virginal, de aquellos canales silenciosos, de aquella vegetación asombrosa y de la familia que reside permanentemente en aquel lugar, las objeciones morían en los labios, y la imaginación, creando la poesía grandiosa de la realidad de un mundo próximo, brillando en el horizonte con la luna entre celajes, llegaba al absurdo en suposiciones plácidas y estupendas.Era esta finca de don Angel Crousa, quien la hubo de don Marcos Sastre, maestro de escuela, que fue el primer hombre culto que aplicó el raciocinio a la realidad y vio en las islas terreno adaptable a la industria.Observó Pellegrini un árbol que vivía frondoso, no obstante estar privado de corteza en rededor del tronco. La fuerza de vegetación repara estos estragos, que serían mortales en otra parte, y suple por una monstruosidad el órgano vital de las plantas, la corteza. Durazno y naranjos son, ya se sabe, la maleza de estas islas, y los sauces crecen como por encanto, y plantíos de 3 años dan productos que hallan pronta colocación en el mercado.
Reunidos todos los argonautas en torno de la verja de tacuaras de un jardinillo de flores, procedióse con jocosa gravedad, a plantar unas estanquillas de mimbres. El encargado de la operación debía pronunciar un discurso para hacer más cómico el paso, y entre chanzas y veras dijo lo siguiente:
“Por una predisposición especial de mi espíritu, en las cosas más sencillas encuentro siempre algo de providencial. Estas varillitas que vamos a hundir en la tierra para que se conviertan en árboles, han llegado hace tres años de las faldas de los nevados Andes. No sabiendo mi amigo Arcos, cómo llevármelas a Buenos Aires las dejó en San Fernando. ¿Por qué llegan mimbres la víspera de venir nosotros a las islas? ¿Y por qué quedaron como olvidados en San Fernando?Y sin embargo la tierra de las islas y el mimbre son el cuerpo y el alma: el uno completa a las otras. El mimbre crece en la humedad y a la orilla de las aguas, y es la red de que el agricultor se sirve para el mismo fin del junco. Pero el mimbre es una producción valiosa, que da ciento por uno, y satisface mil necesidades de la industria.Esas fábricas de canastillas que suministran fortunas a los inteligentes cesteros de Buenos Aires, se entretejerán en adelante de nuestro mimbre, y los industriales vendrán a comprarnos por toneladas dentro de pocos años, el que hoy nos envían los agricultores de Francia y Alemania.
Quiero, señores, simplemente a esta humilde planta, por que me unen a ella vínculos que quiero descubrir aquí en medio de mis amigos. Hace años que me sigue esta planta adonde quiera que voy, y acaso su propagación en América sea lo único en que no he encontrado obstáculos… Si ningún otro recuerdo hubiese de quedar en estas islas de mi presencia, sean ustedes señores, testigos que, hoy 8 de septiembre, planto con mis manos el primer mimbre que va a fecundar el limo del Paraná, deseando que sea el progenitor de millones de su especie, y un elemento de riqueza para los que lo cultiven con el amor que yo le tengo.”

El Tempe del Sastre
El año 1837 fue clave en la historia de una joven nación poblada por viejas razas. Por primera vez, en términos generacionales, un grupo de hombres se puso a reflexionar sistemáticamente sobre la realidad argentina, por encima de las facciones que entonces dividían al país. No estaban contaminados de apresurados esquemas intelectuales, sino real y concretamente preocupados por la realidad nacional. Pensaban, pues, para actuar.
El Salón Literario Marcos Sastre fue el germen de esa ansiedad colectiva. Vivió poco, pero su influencia se proyectó sobre el futuro de la Argentina. Marcos Sastre (1809-1887), su fundador, ya anteriormente había creado su Anagnosia, método para leer y escribir estudiado por muchas de nuestras figuras consulares, como Ángel Gallardo, con el cual aprendieron sus primeras letras. Su labor se desarrolló a ambas orillas del Río de Solís, pues si bien era oriundo de la Banda Oriental, Sastre fue fundamentalmente un hombre del Plata, del río que nacía en la urdimbre islera del Delta del Paraná, al cual le cantó con una delicadeza y un romanticismo que autores posteriores jamás pudieron superar.
Movimiento, pinceladas cromáticas, palabras eufónicas, sonidos y perfumes se conjugan en la descripción del “Tempe Argentino”, su obra cumbre. El nombre surge del legendario Valle de Tempe, un pequeño territorio muy fértil y de clima benigno situado en la Tesalia, patria del héroe homérico Aquiles. Guillermo Ara, autor de un valioso trabajo sobre esta obra, dice que el estudio que Sastre hace sobre el olfato de las aves de presa, de la mansedumbre del tigre, de la luz de las luciérnagas, de la domesticación del chajá, de los hábitos de consideración que manifiesta el colibrí, no son únicos, pero pueden ponerse sin desmedro junto a los de Hudson y Buffon.
Mucho antes que Sarmiento edificara su cabaña en el antiguo Abra Nueva, Marcos Sastre sembraba, domesticaba animales, abría zanjas y defendía el entorno natural; y mucho antes que naciera el memorable Francisco P. Moreno, indagaba la naturaleza con criterio científico y la describía con maestría poética. Mucho antes del nacimiento de la Etología y la aplicación de técnicas como la siembra directa, nuestro autor advertía sobre la necesidad de preservar los suelos y el equilibrio de la naturaleza.
En una amena biografía escrita en 1968, Héctor Adolfo Cordero refiere de Sastre lo siguiente: “Admirador del hornero, decía que el hombre tenía mucho que aprender de su arquitectura, laboriosidad, aseo y amor a la familia; exalta la belleza del picaflor; admira al chajá, y de ambos hace una descripción magnífica, sobre todo de éste último, que hasta esa fecha no se había estudiado suficientemente. Protesta por la matanza del sapo; describe mamíferos que el hombre iba exterminando en la región, como el quiyá, el ciervo, el pecoví y la vizcacha; nos muestra al jaguar y al ocelote, especies extinguidas de la fauna indígena; tortugas, peces, las avispas; el ya nombrado camuatí; las costumbres del mamboretá; coleópteros; las flores, como el arrayán, el mbucuruyá y el irupé; los árboles, el ceibo, el ombú, los durazneros” A la caída de la tarde (descripción magnífica del Delta a esa hora del día) y La noche en las islas, son perfectas para los que se le haya despertado la curiosidad.
Téngase en cuenta que la obra fue concebida y escrita en una época en la que solo se publicaban tratados y manifiestos políticos, ya que la porción meridional de América se desangraba en reyertas civiles, donde distraerse ante la contemplación de las manifestaciones de la Creación podía equivaler a un pasaporte a mejor vida. El mismo Marcos Sastre sufrió las mezquindades y persecuciones de las luchas de facción.
No sólo sus coterráneos se embelesaron del cantor del Delta; un naturalista germánico llamado Federico Leybol, en su Excursión a las pampas argentinas, se recuerda que: “Allá lejos, muy lejos, me decía yo, yacen las encantadoras islas bañadas por las aguas del Paraná, el Uruguay y el Plata, donde reina eterna primavera, donde el azahar regala con su suave aroma los sentidos, donde en la copa del ceibo y del ombú se posan las aves de mágico plumaje, donde la brisa columpia el aéreo palacio del camuatí, y mil pintadas mariposas liban el néctar de las flores: allá el Delta argentino, cuyas bellezas reveló al mundo admirado el profundo observador y elegante escritor que le dio nombre al abrir sus puertas a la industria humana, y cuya fe de bautismo – El Tempe Argentino – es una de las ricas joyas que dan lustre y gloria a las letras sudamericanas”.
Puede asegurarse que no hubo autor americano que en su tiempo igualara en popularidad a Marcos Sastre. Fue el primer escritor famoso rioplatense, mucho antes de que de que lo fuera el autor del Martín Fierro, y un genuino propulsor del ambientalismo y las letras rioplatenses, tal como lo fue de la educación.

Fuentes principales:
Texto de José Luis Muñoz Azpiri (publicado por Fundación Vida Silvestre)
Sarmiento en sus casas, por Gustavo A. Brandariz
El Carapachay, por Domingo F. Sarmiento

No hay comentarios: