24/2/09

Wagner errante

Puedo fácilmente creer que existen más criaturas invisibles que visibles en el universo. Pero, ¿quién me describirá su entorno? ¿Y sus relaciones, sus cualidades especiales, sus funciones? ¿Qué es lo que hacen? ¿Dónde demonios viven? La mente humana ha estado siempre circulando alrededor de estas cosas, pero jamás las ha podido aprehender. No dudo, sin embargo, que a veces es más beneficioso contemplar en el pensamiento, como en un cuadro, la imagen de un mundo mejor y más grande... (T. Burnet, 1692 *)
El mar de los fantasmas
“Fuente de vida, el mar es asimismo universo de terror, mítico lugar testigo de viajes fantásticos y extraños encuentros en medio del estrépito de las tempestades. Desde la profundidad de sus abismos, de entre lo hondo de sus olas, ascienden los gemidos de los muertos, demoníacas carcajadas se entremezclan con los elementos desencadenados. Los barcos atrapados por la borrasca se cruzan de vez en cuando con misteriosos buques equipados por una tripulación de espectros. El océano protector que mece y devuelve a la infancia puede convertirse en cruel y mortífero, en mundo onírico poblado por terroríficos fantasmas. Todavía circulan espantosos relatos de errantes buques fantasmas quemados, abandonados, prisioneros del hielo, naufragados, engullidos. ¿De dónde proviene la fascinación que siguen ejerciendo? ¿Cuáles son las creencias, los miedos, las esperanzas ocultas en lo profundo del inconsciente que consiguen despertar? ¿Cuál es el significado de estas leyendas y de los diversos hechos que propagan, cada cual a su modo, todos los marineros del mundo y que siguen transmitiéndose de generación en generación?” (ŧ)
La gran obra
El más famoso de los buques malditos es el del Holandés Errante, un capitán de barco que, al ver impedido el paso de su navío por el Cabo de Buena Esperanza, jura terminar su viaje aunque todas las potencias del infierno pretendan detenerlo. Este desafío despierta la ira de Leviatán quien, como castigo, condena al soberbio marino a vagar eternamente por los mares del mundo vivo. Todos los puertos permanecen cerrados para él, todos menos uno cada siete años, en el que puede desembarcar durante un solo día, con el fin de encontrar una mujer que lo ame con absoluta fidelidad. La promesa de un amor inmortal representa la única posibilidad que tiene este “viejo fantasma del océano” de alcanzar la redención.
Entonces el protagonista llega un día a una bahía en Noruega, en donde encuentra a Daland, un marinero que tiene una hermosa hija llamada Senta. Un amor recíproco nace al primer intercambio de miradas. Los marineros y las jóvenes cantan y bailan en el puerto, invitando a la tripulación del buque holandés a unírseles. Invisibles y silenciosos al principio, los marineros, muertos vivientes, aparecen por fin. El alegre festejo deja paso a una atmósfera macabra y amenazadora. Erik, el prometido de Senta, le recuerda a ella su promesa. En ese momento el Holandés se cree traicionado, declara quién es y leva el ancla para continuar su eterno errar. Senta le declara su amor y, con intención de acompañarle, se precipita al mar desde lo alto del acantilado. La maldición desaparece. El buque fantasma se hunde arrastrando a su tripulación de espectros. Transfigurados, el Holandés y Senta, abrazados, ascienden por el cielo...
El origen de la leyenda se remonta a la Edad Media y ha tenido diferentes versiones, todas ellas de transmisión oral. Fue la historia del Holandés que figura en las “Memorias del Señor von Schnabelewopski”, publicadas en 1833 por Heine, a la que Richard Wagner tuvo acceso. Con esta magnífica creación -su primer drama musical- el maestro alemán consiguió superar las limitaciones estéticas de la época para impulsar una nueva forma de composición lírica, en la que el texto -escrito por él- la partitura y la puesta en escena se hallan íntimamente fusionados. La ópera fue estrenada en Dresde en 1843.
Wagner y sus tormentos
Los acontecimientos dolorosos que habían jalonado la vida de Richard Wagner, las humillaciones, las frustraciones, su viaje de Riga a Inglaterra a bordo de un bajel que estuvo a punto de naufragar, sus sinsabores conyugales, le llevaron a asociar, dentro de un mismo acto creador, los temas de la maldición y la redención por amor, en recuerdo de esta leyenda del Buque Fantasma que los escritos de Heine le habían dado a conocer. En “Mein Leben”, Richard Wagner ofrece un relato detallado de la travesía del bergantín Tetis. Al conservarse los papeles del flete de este barco, se han podido verificar todos los detalles de este dramático viaje. Es importante evocar algunas de sus peripecias en la medida en que volvemos a encontrarlas, de algún modo transportadas, en la ópera. Director de orquesta a la sazón en Riga, Wagner vivía allí con Minna -su primera esposa- en condiciones precarias, acribillados de deudas. Unicamente se les ocurrió una salida: huir clandestinamente. Así se marcharon de Riga el 9 de julio de 1839 y cruzaron de noche la frontera ruso-prusiana con intención de llegar a París por mar. No sin problemas, consiguieron llegar al puerto de Pillau el 14 de julio y embarcar -en calidad de fugitivos - a bordo del velero Tetis con destino Inglaterra. Escondidos detrás de los toneles y fardos de mercancías, escaparon a la salida de la vigilancia de los guardacostas, así como de los aduaneros daneses a lo largo de Helsingor. El 27 de julio, la tempestad se desencadenó en el Skagerrak. Wagner vio surgir junto al Tetis un navío que desapareció en seguida en la noche. ¡Creyó haber percibido el buque fantasma de la leyenda!
La tempestad continuaba creciendo. Presa de un fuerte mareo, Wagner se hallaba postrado en la estrecha cabina del capitán. Al poco, se desprendió el mascarón de proa; el Tetis había perdido a su diosa protectora y los marineros no perdieron ocasión de atribuir la responsabilidad a los pasajeros clandestinos. Finalmente, el 29 de julio el capitán logró encontrar refugio en un fiordo noruego: Sandvig de Boroya. Wagner, reconfortado, contemplando la rocosa costa y las islas, escuchaba como el mar se iba calmando poco a poco. Escuchó asimismo el canto de la tripulación, cuyas palabras no comprendía pero su ritmo quedó grabado en su memoria, tres sílabas cortas seguidas de dos largas... Se trata de la canción de los marineros cuyo tema aparece en la obertura del “Buque Fantasma”.
El capitán decidió hacerse a la mar el 1 de agosto. El viento les fue favorable al principio. Después, de nuevo, se desencadenó la tempestad y Richard y Minna Wagner, que se habían atado el uno al otro “para morir juntos”, creyeron llegada su última hora. El 8 de agosto, por fin, se restauró la calma y al día siguiente el Tetis se encontraba frente a las costas inglesas.
Este fue el último viaje de Richard Wagner a bordo de un velero. Nueve años más tarde, el Tetis desapareció en el mar en el transcurso de una tempestad... Wagner y el psicoanálisis
La riqueza del material accesible al análisis hace del “caso Wagner” un objeto de estudio particularmente interesante: texto y música escritos y compuestos por él mismo, abundancia de documentos autobiográficos, correspondencia con sus allegados, minuciosas anotaciones cotidianas de sus sueños. Hasta tal punto que se hace posible un profundo trabajo analítico sobre el contenido, es decir, el significado de las leyendas y la manera en que Wagner las utiliza y transforma y, al mismo tiempo, sobre la forma, es decir, la expresión poética y musical de la obra realizada. Max Graf (músico, abogado y famoso escritor nacido en 1873) es el autor del texto psicoanalítico más antiguo que poseemos sobre un músico: escrito en 1906 y titulado “Richard Wagner y la creación dramática”, formula el problema de la identificación y la proyección (adjudicar a otro los sentimientos propios) y define el lugar del Inconsciente durante el proceso de creación artística. En 1911, Graf presenta a la Sociedad de Psicoanálisis de Viena un trabajo sobre “Richard Wagner y el Holandés errante”: para él Wagner y el Holandés constituyen un solo y único personaje, huyendo de ciudad en ciudad y de país en país, anhelando el amor y creyendo alcanzar una meta. Pero la felicidad y la fidelidad con la que sueñan se les escapa constantemente. No encuentran salida más que en el deseo nostálgico de la muerte.
El edipo wagneriano
Senta, como todas las heroínas wagnerianas, presenta rasgos maternales: es la imagen idealizada de la madre. “El Buque Fantasma” permite a Richard Wagner expresar de forma regresiva la nostalgia de una mujer redentora de la que lo esperaría todo, del mismo modo que un niño lo espera todo de su madre, pues su madre nunca le ofreció el afecto que tan intensamente necesitaba. La buscó en sus hermanas que no llegaron a ser más que “substitutas maternales imperfectas”. Un pasaje del Diario de Cósima (hija de Franz Liszt y pareja de Richard por muchos años) nos cuenta: “El día mismo en que Richard Wagner terminó El Buque Fantasma, volvió a tomar la pluma para escribir a su madre. Había tenido lugar una larga interrupción de relaciones. Pero ahora, el impulso de inconscientes pensamientos le arrastraba pues, con esta última obra, había regresado a la casa en la que había jugado de niño y, de nuevo, había visto como los grandes ojos claros de su madre se posaban sobre él”.
En 1911, Otto Rank (famoso psicólogo contemporáneo a Freud) realiza un estudio comparativo de los héroes wagnerianos y encuentra en ellos ese rasgo común de búsqueda de una mujer pura y fiel cuyo amor les asegurará la redención, ya se trate del Holandés, de Lohengrin (protagonista de una antigua leyenda germánica), de Tannhäuser (inspirado en una leyenda medieval alemana transcurrida en Turingia durante el siglo XIII) o de Tristán (basado en una leyenda celta del medioevo anglo-francés).
A su vez, en 1933, Marie Bonaparte (famosa psicoanalista, biznieta del gran Napoleón) escribe sobre “El Buque Fantasma” desde otro punto de vista. Ella evoca en la problemática wagneriana el significado simbólico del eterno errar: “Aunque la figura del Holandés Errante, en conformidad con los complejos personales del compositor, se convierta únicamente de forma secundaria en la imagen del hijo, resulta lógico que este errar finalice y se vea condicionado por la unión simbólica en la muerte -el mar- con una mujer siempre simbólicamente madre”.
En 1951, en “Psicoanálisis de la Música” y después en 1965 en “La Escuela freudiana ante la música”, André Michel (pensador y estudioso de la problemática psicoanalítica) analiza el carácter universal de la significación simbólica maternal del mar. Se halla permanentemente presente en “El Buque Fantasma”, en ocasiones cruel y peligrosa, en ocasiones atractiva y no menos temible.
Más mítico y cosmogónico, el psicoanálisis de Jung (discípulo, colega y eterno “rival” de Freud) aporta un estudio a la comprensión del mito del errar eterno, de la llamada de los espíritus, de la nostalgia de la muerte y de la entrega del Holandés. Jung estima que si la obra nos conmueve es porque en ella afloran los arquetipos que nos permiten acercarnos a los elementos que forman parte del inconsciente colectivo.
Existe un parentesco entre el desarrollo de Levi Strauss, el de Freud y el de Jung sobre la obra de este alemán que supo ser polizonte. Levi Strauss subraya el carácter común del mito y la obra musical y la dimensión temporal que necesitan para existir. Como Jung, acentúa la estructura de las obras, las relaciones entre los personajes y los temas musicales. Como él, reconoce la estructura ternaria de los caracteres representados por la tríada animus-anima-sombra. No olvidemos que en el “Holandés Errante” aparecen los leit-motiv por vez primera en toda su complejidad y expresividad.
Alfred Adler (médico y psicoanalista, colega y crítico de Freud) aporta el concepto de “voluntad de poder” (algo de lo que Nietzsche ya había hablado bastante). Se halla aquí encarnado por el Holandés. Le ha llevado a desafiar a los elementos que se han desencadenado, Dios y el demonio, causando su propia pérdida. Todo sueño de poder encuentra su castigo en la maldición y en la muerte, o peor aún, en este estado de muerto-viviente que no terminará más que a través de la redención de la falta.
El sueño del artista
Es esta dimensión onírica de la obra, la que le confiere toda su amplitud a expresión de lo macabro y lo fantástico: debe ser comprendida por un lado en función de la importancia que se concedía al onirismo durante el período romántico alemán y por otro, en función del lugar que ocupaba el sueño en el autor.
El onirismo que es una de las dimensiones esenciales del “Holandés Errante”; remite a la personalidad atormentada de Richard Wagner, a su infancia, a unas vivencias oníricas persecutorias, a sus terrores nocturnos, a su obsesión por el abandono. El sueño de la mujer sacrificada y redentora es al mismo tiempo la vida del Holandés y el sueño de Richard Wagner.
Fuente principal:
“DER FLIEGENDE HOLLÄNDER”. De las leyendas marinas a la expresión del mito en la obra poética y musical de Richard Wagner, por la Dra. Jacqueline Verdeau-Pailles (ŧ)
(*)Thomas Burnet: Miembro del clero anglicano en el siglo XVII. Publicó los cuatro libros que componen la Telluris Theoria Sacra. La Teoría Sagrada de la Tierra representa el uno de los más pintorescos intentos “científico-religiosos” de formular una historia del mundo desde la Creación.

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