22/2/09

Migraciones polinesias III - A kau ha hoku

Las estrellas cuelgan allá arriba. Dulces madres que las guían por los caminos del mar grande. Llevan la voz del pasado, el orgullo de su pueblo. El viento y las olas son amigos. El hombre, el espíritu que habita en su interior.

No Na Mamo
"Para los Chicos" es el nombre del cuarto viaje de la Hokule´a, llevado a cabo en 1992 con destino en Rarotonga, donde se celebró el "Sexto Festival de las Artes del Pacífico". La Sociedad de Navegantes Polinesios, no solo celebró el resurgimiento cultural de la navegación y orientación tradicional polinesia, sino que además organizó un programa de educación a distancia conectando miles de niños hawaianos con los tripulantes de esta fabulosa travesía, durante la cual tuvieron la oportunidad de seguir sus pasos, aprender más acerca de aquel vasto jardín acuático que los rodeaba y acercarse con orgullo a los misterios y maravillas de su propio pasado.
Por si todo esto fuera poco, en el camino de vuelta los niños pudieron experimentar una conexión directa no solo con los tripulantes de Hokule´a, sino que además triangularon con el equipo del Space Shuttle Columbia (incluido en éste el hawaiano Lacy Beach), que en aquel preciso instante volaba por sobre sus cabezas.
En este cuarto viaje también hubo un lado espiritual, yo diría casi místico, pues entre otras cosas, sus protagonistas tuvieron el honor de romper con una antigua maldición que acechaba desde hacía muchos años una hermosa isla llamada Ra´iatea.
Al noreste de Rarotonga y perteneciente a lo que actualmente se conocen como las Islas de la Sociedad, Ra´iatea está considerada como la cuna de la civilización y la cultura polinesia. Si bien Samoa y Tonga fueron el origen geográfico de la misma, en Ra´iatea se desarrolla el patrón original de la religión nativa y es allí donde las artes y las ciencias cobran vida y forma en materias tales como la genealogía, la oratoria, la astronomía y la navegación.
De acuerdo con las leyendas tradicionales del grupo Pupu Arioi, la última canoa tradicional que dejó atrás esta isla (hace ya más de quinientos años) fue Hotu Te Nui, que se dirigía a Hawai, y fue aquella misma canoa la culpable de dejar un "kapu" que impedía a cualquier embarcación llegar sana y salva a la isla a través de Te Ava Moa, el pasaje sagrado, hasta que una canoa oriunda de la misma Hawai hiciera el recorrido inverso. La Sociedad, al enterarse de esto, no dudó un segundo en arriesgar a Hokule´a para que así se pudiera levantar tan terrible maldición.
En la mañana del 16 de septiembre de 1992, Hokule´a se aproximaba a una Ra´iatea obscura y tempestuosa. Los tripulantes, nerviosos y expectantes, permanecían callados con la mirada fija hacia la proa. Te Ava Moa estaba cerca. De repente, un arco iris inmenso y colorido se formó justo en la boca del pasaje. Desde cubierta se veían delfines y tortugas que nadaban alrededor de ellos y una fragata, símbolo de la sombra de `Oro (el dios responsable de la susodicha maldición) sobrevoló sus cabezas como llevando un mensaje abierto de reconciliación. Todo el mundo tragó saliva al mismo tiempo y un espasmo de excitación recorrió sus cuerpos. El pueblo de Ra´iatea, que había permanecido espiritualmente dormido durante más de cinco centurias, despertaba súbitamente. Aquel largo período de silencio y sacrificios felizmente llegaba a su fin.

Na `Ohana Holo Moana
"Las familias navegantes del Océano", si lo traducimos al español. Estamos en 1995 y nos dirigimos esta vez a las Islas Marquesas. Los objetivos son los mismos: entrenar a los novatos en el arte de la navegación tradicional y compartir las experiencias entre los miembros de todo el pacífico, conectándolos a través de la herencia compartida y de Hokule´a, la nueva madre de los polinesios. En esta ocasión la tripulación estuvo acompañada de otras seis canoas, una de ellas también hawaiana, otra maorí, dos de Rarotonga y dos de Tahití. De ahí el nombre de la expedición.
Este año, como pueden ver, el protagonismo estuvo compartido. Y la reina del baile no fue otra que la joven Hawai´iloa. Esta segunda nave hawaiana era el resultado de un exitoso proyecto diseñado y ejecutado por los miembros de la Sociedad de Navegantes Polinesios para recuperar las habilidades ancestrales en el arte de la "construcción" de las canoas tradicionales. Junto a la navegación propiamente dicha y la orientación, la construcción determinó el tríptico técnico cuya dominación completó finalmente el legado marítimo de sus antepasados.
Como nos cuenta Nainoa Thompson, el primer navegante polinesio tradicional de la era moderna y copartícipe de todas las anteriores travesías: "Hokule´a se construyó muy rápido, con casi todos materiales modernos, y en seguida se hizo a la mar. Era un proyecto de navegación, el objetivo era utilizarla, no construirla. Pero cuando nuestros ancestros daban forma a sus canoas, la tarea requería de la cooperación de la comunidad en su totalidad, todos trabajando juntos. Algunos recolectaban madera de los bosques, otros tejían las velas o ahuecaban los troncos, estaban los que preparaban la comida de abordo y los que practicaban rituales de bendición y buena fortuna para proteger a la tripulación de los peligros del océano. Así que pensamos que construir una canoa de la manera tradicional uniría también a nuestra propia comunidad, y no solo a los navegantes." Así fue. En total se contabilizaron no menos de medio millón de horas de trabajo entre todos aquellos que colaboraron. y cinco kilómetros de soga natural, entre otras cifras exorbitantes.
Este tremendo desafío presentó complicaciones desde el comienzo cuando, buscando los dos grandes troncos que formarían los cascos de la nave, se dieron cuenta que en Hawai el árbol Koa (utilizado históricamente para tal fin) había desaparecido hacía ya unos cuantos años. Duro golpe para el orgullo local, y un problema de base bien gordo.
Rápidamente se pusieron en contacto con sus vecinos de Alaska, quienes contaban con excelentes ejemplares de esta preciada especie en sus propios bosques vírgenes de la isla Shelikof, uno de los últimos rincones verdaderamente salvajes de nuestra madre tierra. Cada uno de los troncos rondaba en los 100 metros de altura, pesaba más de 25 toneladas y muy pronto cumpliría sus 400 años. Eran dos criaturas realmente exquisitas, perfectas para la tarea, pero demasiado hermosas como para dejarlas morir así sin más. El trato fue claro y dio buenos resultados: se plantaron 11.000 semillas de Koa en las tierras protegidas de Hawai, caldo de cultivo para la nueva generación tanto de bosques como de canoas autóctonas.

Viaje al nuevo continente
En aquel mismo 1995, el sexto viaje organizado por la Sociedad tuvo como personajes principales a las dos canoas más populares de todo el pacífico: La ya legendaria Hoklule´a y su nueva compañera de aventuras, Hawai´iloa. Juntas se dirigieron a Seattle (norte de los Estados Unidos) y de allí cada una tomó un rumbo diferente.
La más grande y experimentada recorrió desde allí toda la costa este del país con el objetivo de brindar un homenaje especial a la población hawaiana que en la actualidad reside fuera de su tierra natal (más hawaianos viven fuera que dentro del archipiélago).
Hawai´iloa partió rumbo al norte hacia los helados confines de la tierra. Su destino, un paraíso de hielo llamado Alaska, "la última de las junglas blancas". De alguna manera, estaba volviendo a casa. Hawai´iloa le rindió culto a aquel origen del cual su vida había dependido. El círculo se cerraba y los pueblos abrazaban sus almas en un canto de eterna amistad. El futuro respiraba distinto, más sabio y alegre que antes.

Rapa Nui, el último gran desafío
En la madrugada del 8 de octubre de 1999, Max Yarawamai - tripulante de la Hokule´a - avistó una pequeña mancha obscura asomándose por entre la espesa pared de nubes que cubría el horizonte. Al día siguiente - diez antes que llegara el comité oficial de bienvenida - la feliz canoa atracó en la Isla de Pascua, completando así una increíble travesía de 19 días a través de 1450 millas náuticas desde Mangareva (archipiélago de Tuamotu, al este de Tahití) hasta la pequeña chilena, la isla más solitaria y remota de toda la Polinesia.
A pocos años de completarse el milenio, Hokule´a ya había recorrido casi 85.000 millas náuticas desde su primera aventura veinte años atrás. Había viajado entre Hawai y Tahití cinco veces, y desde Tahití a Nueva Zelanda dos veces; visitó las Marquesas, el archipiélago de Tuamotu, las islas Cook, las Australes, Samoa y Tonga. Incluso había recorrido toda la costa oeste de los Estados Unidos, pero jamás se les había ocurrido a los muchachos de la "Sociedad de Navegantes Polinesios" llegar hasta Rapa Nui, no porque carecieran de interés, sino porque creían que aquello les sería imposible.
Entre otras complicaciones técnicas y experimentales, para poder encontrar a esta diminuta islita de poco más de 20 kms. de ancho y unos cuantos cientos de metros de alto, no había que pasar a más de 45 kms. de su costa. Además, teniendo en cuenta lo vientos alisios que soplan constantes desde el sudeste (en aquel hemisferio y a esa latitud), las 1500 millas de distancia real posiblemente se extenderían a unas 4000 zigzageadas. Esto último no ocurrió debido a un gran golpe de suerte. En las palabras del tripulante Sam Low: "...al final experimentamos lo que podría considerarse un milagro, ya que el viento sopló desde todas las direcciones menos del sudeste...permitiéndonos avanzar a velocidades que incluso llegaban a superar los 7 nudos."
Y así llegaron a la Isla de Pascua. El círculo, o como ellos prefieren decir, el "triángulo" (Hawai - Nueva Zelanda – Rapa Nui) estaba completo. La Polinesia recuperaba una identidad antaño perdida, olvidada por la memoria dominante de la cultura occidental. La majestuosa y anciana Hokule´a, símbolo indiscutido del orgullo y el respeto que los hijos de este pueblo pacífico le rinden a sus ancestros, abrazaba una vez más el espíritu del pasado y sonreía ante un porvenir plagado de proyectos y esperanza. "Nana i hele ai ka wa´a a valuka.", diría en polinesio si me preguntaran qué hacer ahora con esta gran canoa.

Ella lo empezó todo, ahora dejen que navegue por encima de las olas.

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