22/2/09

Migraciones Polinesias II - Ia Wa´a Nui

Esa enorme canoa. Estrella flotante que cruza el mar en busca del pasado. Bendice a tu hija, dulce Hokule´a, pues lleva tu nombre. Protégela del peligro, lucero del norte, pues con ella nuestro espíritu renacerá.

Hace más de tres mil años, dos grandes archipiélagos al este de Fiji, conocidos ahora como Samoa y Tonga, fueron descubiertos por un antiguo pueblo oriundo del sudeste asiático. De a pequeños grupos y viviendo aislados por centurias, los habitantes de estas islas se diferenciaron unos de otros tanto física como culturalmente.
Samoa y Tonga se convirtieron así en la cuna de la polinesia. Desde allí – mil años más tarde - este pueblo de férreos navegantes se desplazó en dirección este hasta Tahití y las islas Marquesas, donde floreció con el tiempo abarcando regiones tan alejadas hacia el norte (Hawai), como hacia el sudoeste (Nueva Zelanda) e incluso el sudeste, donde pisaron por primera vez las costas rocosas de la lejana Isla de Pascua.

Atando cabos
Los miembros de la "Sociedad de Navegantes Polinesios", fundada especialmente para reivindicar la autenticidad de estas migraciones, construyeron una canoa tradicional basando su diseño en las similitudes "clásicas" de todas las embarcaciones de las cuales aún se conservan registros. Es decir, todas aquellas características que se repetían sistemáticamente en las diferentes canoas estudiadas, debieron formar parte de un diseño original, posiblemente porque las distintas culturas derivadas de una misma fuente las mantenían a rajatabla como herramientas insuperables para la navegación en alta mar. Así, como una especie de rebobinado arqueológico, llegaron a construir a la maravillosa Hokule´a, la primer canoa polinesia "tradicional" del siglo XX.
Las fuentes más importantes - casi las únicas - que sirvieron de modelos para dicho proyecto provienen de las excavaciones efectuadas en Nueva Zelanda y Huahine (Islas de la Sociedad, cerca de Tahití), además de las referencias casuales en las antiguas legendas, el petroglifo (dibujo en piedra) encontrado en Rapa Nui (Isla de Pascua) y las descripciones de los señores Hodges y Webber, cronistas empleados por el capitán Cook en la década de 1770.
Pero la odisea apenas se había iniciado. El objetivo primordial de la Sociedad consistía en demostrar cuán posible era, para una nave de estas exóticas características, navegar las enormes distancias que separan a las islas en el pacífico. Y cuando los hawaianos se preguntaron hacia dónde se dirigirían en su primer gran intento, todas las miradas se orientaron al sureste. Allí se encontraba Tahití.

40º de norte a sur
El cruce de Hawai a Tahití presentaba dos desafíos importantes: uno era la navegación misma, y el otro la orientación, en este caso, la manera de marcar el rumbo sin ningún instrumental moderno a bordo.
La isla de Maui en Hawai, punto de partida de esta aventura, se encuentra a 500 millas al oeste de Tahití, y si tenemos en cuenta los vientos alisios, sumados a las corrientes constantes del este, hablamos de una gran complicación para una canoa sin timón cuyo diseño apenas permite orzar más allá del viento en popa.
El segundo problema era aún más complejo: ¿Cómo guiar una canoa desde un hemisferio hasta el otro, a través de un enorme océano no siempre tan pacífico y prácticamente desprovisto de tierra firme, durante un mes aproximado de navegación hasta encontrar Tahití, y todo esto sin la utilización de ningún instrumento a bordo?
Estamos en los setentas, y a la fecha no existía ningún polinesio oficialmente capacitado para navegar de esta manera, por lo que el equipo de la sociedad recurrió a un viejo amigo, Mau Pialug, oriundo del atolón de Satawal, en Micronesia, el último lugar de la tierra en donde aún hoy se sigue practicando la navegación tradicional.
Mau utilizaba un sistema cuya raíz es común a todas las culturas del pacífico, por lo que podemos decir que es una forma de orientación muy similar a la que seguramente utilizaron los antepasados de los actuales polinesios. Básicamente consiste en la observación de las salidas y entradas (con respecto al horizonte) de las estrellas más brillantes, asociada dicha información con la regulación del comportamiento del sol y la luna y la contemplación de las corrientes. La combinación de estas cuatro grandes variables (todas ellas con un bagaje de sutilezas técnicas dignas de la más desarrollada disciplina científica) le otorga al navegante experimentado (según Mau, 20 años no son suficientes) la posición exacta de la nave en cualquier momento del día.
Hokule´a partió el 1 de mayo de 1976, en la primavera tardía (temporada de descanso para el dios huracanado). Enfiló rumbo al archipiélago Tuamotu, ubicado justo al este de Tahití, con la intención de evitar esfuerzos innecesarios tratando de combatir vientos y corrientes adversas. No fue fácil pero lo consiguieron. El 1 de junio avistaron Mata´iva y luego de una navegación ligera a favor el viento, 34 días después de partir, llegaron a las doradas costas de Tahití. El primer gran desafío estaba cumplido.

Mirando el cielo
Culturalmente hablando, el primer viaje fue un gran éxito para el pueblo polinesio. Estos alegres pioneros, la mitad de ellos nativos y la otra mitad haole (occidentales), no solo demostraron las habilidades náuticas de sus antepasados - lo cual refuerza las teorías en favor de una colonización contracorriente hecha a conciencia - sino que además sentaron las bases para reavivar los colores esenciales de una cultura antaño altiva y majestuosa, devenida a menos por las influencias coloniales. Dicho en pocas palabras, esta simple aventura náutica le devolvió el orgullo a la polinesia.
Eran tiempos de libertad e independencia política para muchas de las islas, entre ellas la misma Tahití, que como símbolo de agradecimiento incluyó en su nueva bandera nada más y nada menos que el dibujo de una canoa inspirada en Hokule´a. Pero así y todo aún faltaban varios desafíos por vencer. El más inmediato tenía que ver con el hecho de que aún ningún hawaiano había tenido la habilidad de orientar él mismo la embarcación hacia Tahití. Mau era un gran amigo, pero era Micronesio, y dado que todo el proyecto había sido originado y organizado mayormente por gente oriunda de Hawai, pues los muchachos querían demostrarle al mundo - y a ellos mismos - que también un surfista del norte sería capaz de navegar como lo habían hecho sus ancestros. He aquí el motivo del segundo viaje (1980), y a Nainoa Thompson (tocayo mío, valga la coincidencia) como su protagonista.
Nainoa fue el primer Hawaiano de la era moderna, que aprendió y utilizó la técnica de navegación tradicional para llevar su nave a buen puerto. Su maestro fue el ya legendario Mau Pialug, que tenía la capacidad de orientarse a la perfección con solo escuchar el golpeteo del oleaje en el casco del Hokule´a, ¡mientras permanecía cómodamente recostado en su interior! Así como lo leen.

Visitando a la familia
Para el tercer viaje se tomaron dos años de preparación y el mismo se completó también en ese tiempo. Dos años. Dieron unas cuantas vueltas. La idea era conectar simbólicamente a través de la Hokule´a, todas aquellas culturas polinesias que compartieran un origen común. Fue un viaje largo, pero al final lo consiguieron.
En 1985 partieron de Hawai de nuevo hasta Tahití, de allí hasta Rarotonga, en las Cook Islands, y luego más al sur hasta las costas de Aotearoa, en Nueva Zelanda. Este último tramo fue una verdadera odisea para Mr. Thompson, puesto que la lectura de las estrellas se hace cada vez más difícil a medida que uno se aleja del ecuador.
Además aumentan las molestias climáticas; como aquella vez cuando, en busca de las islas Kermadecs (al noreste de la costa maorí), la tripulación se vio envuelta en una terrible tormenta eléctrica cuyas nubes descendían hasta el océano formando una espesa niebla que lo cubría todo. El miedo ya comenzaba a reclutar unos cuantos corazones cuando de repente se les apareció un cachalote, y con un suave roce de su cuerpo, cambió el rumbo de la nave levemente hacia el sur. Nainoa, medio perdido y tratando de evitar a toda costa la furia de los rayos, incluso convencido de estar desviándose de su ruta a tierra firme, decidió seguir el consejo de su nueva amiga. Para sorpresa de todos, y tras una larga noche de frustración y ceguera, los primeros rayos del sol iluminaron el contorno de las Kermadecs, aquellas islas que todos creían perdidas en algún lejano punto sobre estribor.
Durante la vuelta marcaron rumbo este, pasando por Samoa y Tonga, nuevamente por las Cook Islands y la ya clásica Tahití, desafiando exitosamente no solo a los constantes alisios sino a todos aquellos – incluido el propio Thor Heyerdahl – que creían imposible semejante ruta con aquella embarcación. Finalmente arribaron a Maui en 1987, tras las 16.000 millas náuticas de aquel impresionante recorrido.

Continuará...

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