24/2/09

Por Tierra y por Mar

Poblando las Américas
Tradicionalmente, la mayoría de los antropólogos han aceptado la teoría de que los antepasados de todas las culturas nativas americanas existentes en el Nuevo Mundo proceden de migraciones a pie desde Asia ocurridas durante el pleistoceno. En este período, el nivel del mar se encontraba mucho más bajo que en el presente, de forma tal que ambos continentes (Asia y América) se conectaban por una estrecha franja de tierra denominada el “Puente de Tierra de Bering”. Hace ya algunos años que trabajos como el del Dr. E. James Dixon en Quest for the Origins of the First Americans (En busca de los orígenes de los primeros americanos), proponen un desafío para este modelo, digamos, “tradicionalista”.
Dixon es una destacada autoridad en la arqueología de la Beringia oriental, la cadena de islas que en otro tiempo formó el puente conector entre Alaska y el “lejano este” de Asia. Aunque nadie duda de la existencia de dicho puente, ni de su potencial como conducto para las migraciones humanas, Dixon demuestra que éste no pudo haber sido el único medio para poblar el continente americano. Presenta pruebas impresionantes y muy convincentes que sugieren que los primeros, o al menos algunos de los primitivos habitantes del Nuevo Mundo, realmente llegaron en embarcaciones diseñadas para atravesar los océanos.
El estudio geológico y paleoecológico de la región de Beringia sugiere que no fue sino hasta los alrededores del 9.500 a. C. que el Puente de Tierra de Bering se hizo transitable para los humanos. Y el punto clave está en que no existen pruebas documentadas de la existencia de asentamientos en ningún lugar del pasadizo beringio antes del 9.000 a.C.
Sin embargo, hay amplia evidencia de ocupaciones previas a lo largo de las costas occidentales tanto de Norteamérica como de Sudamérica, cuyas fechas son anteriores a ésta (9000 a. C.) en al menos dos o tres mil años y en algunos casos muchos miles de años más. Puesto que, al parecer, no había forma de cruzar por tierra en épocas tan tempranas, Dixon señala que estos asentamientos deben de haber sido fundados por pueblos marineros.
El hecho de que las costas del Pacífico Asiático se hallaban salpicadas de numerosas poblaciones culturalmente aptas para la navegación profunda, está bien documentado. Dixon sugiere que poco antes del 12.000 a.C. el nivel del mar subió alocadamente debido a un abrupto calentamiento del clima, lo que hizo que el mar se tragara las comunidades costeras de toda la región (algo así como un Waterworld del Pleistoceno). Esto podría haber provocado migraciones en todas direcciones, incluidas las rutas del este, siguiendo las principales corrientes y aprovechando la calma temporal de los alisios hasta toparse con todo un nuevo continente. Para cuando el Puente de Tierra de Bering se hizo transitable, los descendientes de estos primeros viajeros ya se habían asentado en gran parte del la línea costera occidental de América del Norte y del Sur, e incluso se habían trasladado al interior en algunas áreas.
Desde hace ya un tiempo que investigadores de diferentes nacionalidades han mostrado su interés por la cuestión de los viajes transoceánicos hacia el antiguo Nuevo Mundo, pero han encontrado poco apoyo entre los miembros de la comunidad científica tradicional. En una época, el propio Dixon recibió duras críticas de varios de sus colegas por sugerir el hecho de que se hubieran producido migraciones transoceánicas; incluso se le aconsejó abandonar el tema con el fin de no perder su credibilidad profesional. Pero los hallazgos cuidadosamente presentados por él y un creciente número de expertos en la materia, dejan en claro la posibilidad de una primer oleada migratoria en América surgida de las habilidades humanas (muchas veces subestimadas) en una época donde los más valientes ya eran capaces de navegar largas distancias a través de los océanos.

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