17/9/08

El ángel del mar

"No hay fronteras en la verdadera madre tierra. Los ríos corren libres a través de todos los continentes. Las inagotables mareas – el pulso del mar – no discriminan a la hora de empujar contra todas las costas del planeta."

17 fueron en total los vidrios que rompió en la escuela de su pueblo; 17 razones para ser expulsado de inmediato. De más está decir que se aburría el pobre niño. Su mundo le quedaba chico. Él quería volar.

El accidente
Estamos en 1935. Un joven soldado de la marina francesa acelera a fondo por la carretera que viborea las montañas de Vosges. El Salmson de su padre es un coche rápido y él anda apurado; un amigo está a punto de casarse a pocos kilómetros de allí. Es de noche y hay muchas curvas. De pronto, las luces delanteras se rinden y no hay delante que se pueda ver. Desde muy lejos se escucha el chirrido de los frenos. Pero es demasiado tarde; el guarda rail despliega sus brazos y el vehículo sale despedido barranca abajo: "Eran como las dos de la mañana y mientras permanecía allí inmóvil, pensé que me iba a morir. Perdía mucha sangre y tenía 12 fracturas en el cuerpo."
A partir de entonces, las cosas se vieron muy negras para el pobre Jacques. Su sueño de formar parte en el cuerpo de aviación de la marina francesa se había terminado. No más alas para el señor Cousteau. Con medio cuerpo paralizado y cinco fracturas en su brazo izquierdo, tubo la entereza de impedir que se lo amputaran. "Sanará", se repetía una y otra vez, "¡Sanará, maldita sea, y empezaré otra vez desde el principio!" Al menos eso es lo que hizo.

Buscando las alas
Durante su recuperación lo designaron a la base naval de Toulon. Allí conoció a su amigo Philippe, y fue él quien le recomendó que nadara para fortalecer sus huesos. Todos los días se juntaban en la costa y se echaban unos largos en las aguas del mediterráneo. Muy pronto apareció un tercer colega y rápidamente se formó una pandilla. Frederic era un amante de la pesca deportiva y muy pronto los tres muchachos disputábanse el primer puesto en el arte del arpón. Cousteau tenía 26 años, y fue entonces cuando tubo su primer contacto con el mundo submarino: "Mis pies tocaban el canto rodado, algunas rocas a mi alrededor estaban cubiertas de verdín, y por allí había unos cuantos pececillos cuyos nombres no conocía. Pero fue suficiente. Era realmente otro mundo."
A partir de ese momento, Cousteau dedicó todo su ingenio para diseñar un dispositivo que le permitiera respirar bajo el agua con total independencia y mayor comodidad que los pesados trajes de la época. El primer prototipo que él mismo puso en prueba, pudo haber sido el último: "Debajo mío había un pez dentado azul con expresión amarga y unos grandes ojos hostiles. Descendí un poco y la criatura desapareció. De pronto, mis labios y párpados comenzaron a temblar enloquecidos. Mi columna se curvó hacia atrás como en una reverencia. Con una violenta sacudida me deshice de los pesos y justo entonces fue cuando perdí la conciencia." Durante semanas tubo fuertes dolores en el cuello y otros músculos, pero nada de eso acabó con su vital motivación. Recién casado y ya en medio de una terrible guerra (esto fue en 1942, así que no hace falta aclarar de qué guerra estamos hablando), conoció un ingeniero que trabajaba en gases llamado Emile Gagnon, y fue con su valiosa ayuda que Cousteau finalmente consiguió lo que quería. El invento fue bautizado con el nombre de Aqualung (pulmón acuático) y es el padre de todos los modernos equipos SCUBA que actualmente brindan aire comprimido a miles de buzos en todo el mundo. No está mal para un vándalo de Saint Andre de Dubzac. No está mal para cualquiera.

Abriendo puertas
Jacques Cousteau revolucionó la mirada de toda la humanidad regalando una nueva y remojada concepción de nuestra realidad, y por más que esto nos parezca suficiente, ese fue solo el comienzo. Su legado es mucho más grande y en cada uno de sus aportes se percibe la misma intención: brindar al mundo puntos de partida.
Una vez en 1977, durante una entrevista para la BBC de Londres, se le pidió a este sonriente francés que justificara su meta, aparentemente contradictoria, de fomentar la ciencia y el entretenimiento a la misma vez y en una misma cosa: "Yo no soy un científico", protestó, "sino un ingeniero devenido en empresario; alguien que se dedica a revelar las maravillas y fragilidades del mundo oceánico, apuntando allí donde el camino debe continuar."
Terco, el entrevistador le replicó que un verdadero científico se hubiera detenido en cada nuevo descubrimiento para entender más acerca del mismo, a lo que, ofuscado, Jacques- Yves contestó:
"¡Yo soy un explorador, no un colonizador! Esa es la diferencia. Mi trabajo consiste en revelar para luego hacerme a un lado."
El aqualung fue el punto de partida para que miles de seres humanos tuvieran acceso a su propia curiosidad; descubrió un dispositivo ideal para descubrir. Al igual que con el resto de sus sorpresas, él solo se dedicó a abrirnos la puerta.

El vuelo del ángel
Durante la segunda guerra, Cousteau fue nombrado jefe del Grupo de Investigación Submarina de la marina francesa. Entre otras cosas obtuvo filmaciones de los submarinos alemanes colocando minas y haciendo maniobras especiales. Después del conflicto, exploró diferentes pecios, estudió los efectos de las explosiones debajo del agua y participó en expediciones arqueológicas. En 1950, fundó las Campagnes Océonographiques Françaises y en 1952, El Centro de Estudios Marinos Avanzados. Ambas organizaciones operaban naves dedicadas a la investigación, diseñaron y fabricaron equipos especializados y estudiaron la forma de vivir y trabajar debajo del agua. También trabajó en el desarrollo de los batíscafos, que le permitía al ser humano sumergirse más que nunca, y dirigió el programa de inmersión prolongada donde un grupo de personas vivía y trabajaba por largos períodos en colonias sumergidas.
Jacques renunció a la marina en 1956 con el rango de capitán de fragata y fundó su propia organización. Sus puntos de enfoque oscilaban entre la investigación oceanográfica y la física de gases, la ingeniería marítima, el diseño en equipamiento para buceo, la producción para cine y televisión, las artes en general y las primeras campañas ambientalistas de respetada seriedad. También trabajó como director del Instituto Oceanográfico del Museo de Mónaco, fue secretario general de la Comisión Internacional para la Exploración Científica del Mediterráneo, miembro de Eurocean y miembro del Centre d´Etudes Marines Avances. Se pasó la vida recorriendo los siete mares; estuvo en la Antártida varias veces; incluso se recorrió el grueso del amazonas durante más de un año. Y como si este resumen fuera escaso, ha sido el protagonista de muchas de las series y documentales más increíbles sobre las maravillas del mundo "silencioso y sin sol" que nos supo develar con la luz de sus quimeras submarinas.

"Desde que nace el hombre lleva en sus hombros el peso de la gravedad. Está estancado en la tierra. Pero el hombre solo tiene que asomarse debajo de la superficie y entonces será libre. Sostenidos por el agua, podrá volar en cualquier dirección con la sola ayuda de sus manos. Sumergido, el hombre se convierte en ángel." J.Y.C.

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