17/9/08

John Paul Jones

El furibundo caballero de los siete mares

Reconocido en los Estados Unidos como el “Padre de la Marina Americana”. Nació en la pobreza y a través de sus logros personales llegó a convertirse en un distinguido oficial que luchó tanto para su pueblo adoptivo (Estados Unidos) como para la Madre Rusia. En Inglaterra se lo recuerda como a un pirata despiadado.

“Deseo no tener conexión con ninguna embarcación que navegue lento, pues mi intención es ir en la ruta de la destrucción.”

De hecho Benjamín Disraeli, uno de sus primeros biógrafos, escribió que las enfermeras en Escocia hacían callar a sus pequeños y ruidosos pacientes con solo susurrar su nombre (el de John Paul, claro). En Holanda existe una canción “Aquí viene John Paul Jones, ese buen muchacho” que los niños del colegio aún hoy entonan.
A continuación les dejo una breve reseña de este hombre, tan talentoso y encantador como orgulloso e irritable, quien fuera condecorado con una medalla y una espada, ambas de oro, por sus “valiosos” servicios a la Patria, y luego enterrado en una foza sin nombre en la que permaneció anónimo durante más de un siglo.

El hijo de un jardinero
John Paul (él mismo agregó el Jones más tarde) nació en Arbigland, una finca del sudoeste de Escocia, el 6 de Julio de 1747. Fue el cuarto hijo de John Paul and Jean MacDuff. Seis fueron en total sus hermanos, pero dos de ellos murieron a muy temprana edad. Su padre era el jardinero de la finca.
John Paul se educó oficialmente en el Kirkbean School (un colegio de la zona) pero la verdad es que se pasaba la mayor parte del tiempo en los muelles de un pequeño puerto de la zona llamado Carsethorn. Años más tarde, Mr. Craik -el hijo del señor de la finca Arbigland- recordaba que se iba corriendo a Carsethorn cada vez que el padre lo liberaba de sus tareas, para juntarse con los marinos y conversar o treparze a los barcos y quedarse allí durante horas... Pasado un tiempo, logró enseñar a sus amigos a maniobrar sus pequeños botecitos para simular una batalla naval, mientras él –apostado en la cima de una pequeña colina pegada a la costa- estudiaba la escena y gritaba órdenes de comando a su flota imaginaria.
Fue desde Carsethorn que zarpó un día, cumplidos ya los 13 años, atravesando el Río Solway rumbo a Whitehavenn, donde firmaría un contrato por siete años como aprendiz de marino. Su primera misión como “ship boy” a bordo de la goleta Frienship lo llevó primero a Barbados y luego a Fredericksburg en Virginia, donde tenía un hermano que había emigrado hacía un tiempo y le iba bastante bien.

La trata de esclavos y un juicio por asesinato
Cuando regresó a Whitehaven, John Paul se enteró que el dueño del Friendship, John Younger, atravesaba serios problemas financieros, y que por tal motivo se veía obligado a romper el contrato que tenía con su aprendiz. A la edad de 17 años, y como consecuancia de aquel despido forzado, John Paul se metió de lleno en el comercio de esclavos como tercer oficial en el negrero King George, también de Whitehaven.
Dos años más tarde, en 1766, fue transferido como primer oficial al Two Friends de Kingston, Jamaica. En este bergantín de tan sólo 50 pies de eslora, con una tripulación de seis para controlar a aquella carga “viva” que consistía en una dotación de 77 africanos, las cosas sin dudas fueron bastante difíciles. El hedor de los “pájaros negros”, como les decían a los pobres esclavos, se podía disfrutar desde millas a la redonda.
Pasado un tiempo, John Paul renuncia a su puesto y al tráfico de esclavos en general por considerarlo abominable y regresa a su país en el nuevo y flamante John de Kirkcudbright. Durante este viaje, tanto el capitán como el primer oficial al mando mueren de terribles fiebres, por lo que John Paul toma el mando inesperadamente y consigue llegar a puerto sin mayores problemas. Los dueños del John, más que complacidos por su valiente y calificada actuación, lo nombran patrón y sobrecargo (encargado de la compra-venta de los productos a transportar) para la próxima misión de este mismo barco a las Américas.
Pues bien, John Paul se había convertido en capitán por sus propios méritos a la tierna edad de 21 años. Muchacho menudo y fibroso, de naríz aguileña y rostro “cortado al hacha”, muy pronto comenzó a adoptar los modales de un disntiguido caballero y fue así que se hizo conocido en el ambiente como el “Dandy skipper” de los mares del norte. Vestía siempre ropas muy elegantes y, seductor implacable, jamás descansaba con las señoritas.
Tenía, sin embargo, una fogosa y por momentos violenta personalidad, que lo acompañó durante toda su carrera (y también su vida). Fue en Tobago y durante su servicio en el John que Mungo Maxwell, carpintero de la nave, lo acusó de haberlo flagelado en forma desmedida con el “gato de las nueve colas” (látigo de nueve puntas). Cuando lo examinaron fue desmentido por exagerado. Sin embargo, tiempo más tarde mientras regresaba a Inglaterra en el Barcelona Packet, murió misteriosamente y su padre, un acaudalado hombre de negocios, aseguró que mi hijo fue herido en la espalda de la manera más cruel… y fue por esa herida que murió más tarde.
El Capitán John Paul fue arrestado en su regreso a Kirkcudbright y acusado de asesinato en primer grado, pero las evidencias provenientes de Tobago y las declaraciones del patrón del Barcelona Packet (quien había visto a Maxwell en perfecto estado físico a la hora de abordar su nave) fueron suficidentes para liberarlo de todo cargo. Poco más tarde, el ya controvertido capitán fue aceptado en la logia Masónica, lo cual indicaba que nadie se tomó muy en serio los alegatos en su contra. No obstante, el episodio de Maxwell y el gato de nueve colas fue un karma que acarreó por el resto de su vida.
Pasado un tiempo, John Paul toma el mando del Betsy, un barco de la West Indian, y con él se mantuvo una larga temporada como comerciante en las Antillas. Fue allí donde acumuló su primer pequeña fortuna. Pero en 1773, tuvo que huir de la zona tras dar muerte al cabecilla de un motín (un bruto prodigioso que triplicaba mi fuerza) en un duelo de espadas por motivo de desacuerdos referidos a la paga mensual. La opinión de la gente local se puso en contra del oficial y fue entonces que se trasladó a Virginia donde, recordemos, vivía uno de sus hermanos, y fue éste quien le aconsejó que modificara su nombre por el “John Paul Jones”.

La Liberación Americana
Las cosas estaban muy calientes en el proceso de la revolución libertadora de los estados del norte americano. A través de su correspondencia podemos saber que el ahora autodenominado J.P. Jones se encontraba claramente del lado de los colonos. De hecho, cuando el Congreso formó su “Armada Continental”, el capitán Jones ofreció sus servicios de inmediato y fue nombrado Teniente Primero el 7 de diciembre de 1775. Su primer barco fue el Alfred; en aquel entonces, la flota consistía tan sólo en las fragatas Alfred y el Columbus, los bergantines Andrew Doria y Cabot y la chalupa Providence. No obstante, trece nuevas fragatas ya se estaban construyendo en los astilleros americanos.
Jones ganó mucha notoriedad y experiencia bélica primero como patrón del Alfred y luego como capitán del Providence. En 1777, navegó a bordo del Ranger rumbo a Francia donde en seguida hizo buenas migas con el representante americano en París, el señor Benjamín Franklin, y juntos obligaron a los franceses a hacer la venia a su flamante bandera, la primera vez que ocurría esto en un puerto extranjero.
El 10 de abril de 1778, Jones se embarcó en una misión por el Mar Irlandés capturando pequeñas embarcaciones y, a pesar de un cuasi motín entre su tripulación, se las arregló para dar un golpe importante nada menos que en Whitehaven, el puerto que lo vió nacer como marino perofesional. Dicho puerto tenía dos fuertes custodiando la entrada y la idea de Jones era mandar dos partidas en dos botes y que cada una se hiciera cargo de uno de los fuertes. Lo gracioso fue que, una vez ocnquistado el fuerte que le correspondía a su bote, se dirigió al segundo y, para su sorpresa, se enteró que los soldados de esta segunda partida habían decidido pasar de la toma y ¡dirigirse al pub más cercano! Hablando de profesionalismo…

La vajilla de plata y la dignidad de dos damas
Más tarde ese mismo día, Jones y su tripulación llegaron a la bahía de Kirkcudbright. Su idea era tomar capturar a un conde de la zona que habitaba en una mansión en la Isla St. Mary, para luego intercambiarlo por marinos americanos prisioneros de la Corona. Cuando llegaron a la mansión, se encontraron con que el conde no estaba, así que los muchachos, que no pretendían irse con las manos vacías, decidieron llevarse toda la vajilla de plata de la mansión. La condesa acababa de tomar su desayuno cuando vio a un grupo de forajidos rodear furtivamente la casa. Y se llevaron todo, incluso la tetera de plata con las hojas de te humedad de aquel reciente desayuno. Una amiga de la condesa, Mrs. Elliot, aprovechó la ocasión para preguntarle a los bandidos todo lo que se le ocurría acerca de las lejanas tierras de América, y más tarde declaró que los mismos se comportaron muy civilizadamente. Cuando Jones se enteró de la dignidad con la que estas dos damas se habían comportado, inspirado de admiración recuperó el botín completo y se lo envió, terminada la guerra, con una elegante carta de disculpas.

La batalla de Flamborough Head
Ajenos a estos detalles, los ingleses muy pronto se tomaron en serio a este “pirata americano” y la Armada organizó un escuadrón especialmente para perseguirlo.
La siguiente nave que le tocó gobernar fue la Duc de Duras, de origen francés, modificada por él mismo para la batalla y rebautizada Bonhomme Richard, en honor a su amigo Mr. Franklin, cuyo libro “Poor Richards Almanac” había sido traducido al francés como “Les Maximes du Bonhomme Richard”.
El 14 de agosto de 1779 partió en una nueva cruzada rumbo a Gran Bretaña como Comodoro de un escuadrón de siete embarcaciones. La misión consistía en desbaratar el comercio británico de el Mar del Norte y para ello navegó por encima de Irlanda y Escocia hasta arribar a Leith Harbour (en las Islas Georgias) un mes y dos días más tarde. Durante todo ese tiempo, Jones se dedicó a saquear distintas poblaciones, hundir o capturar varias embarcaciones mercantes con cargas muy valiosas, y generar la histeria en toda la zona bajo las atónitas narices del poderío naval más temido en el planeta tierra de aquel entonces.
Su intención en Leith Harbour era tomar el puerto y cobrar por su devolución una suma de £50.000 (muchísimo dinero en aquella época) pero justo a tiempo se levantó un terrible vendaval y el golpe tuvo que ser suspendido.
Existe una anécdota graciosa al respecto de este intento fallido que suma un punto más a la ya de por si extensa lista de anécdotas curiosas que atraviesan la vida del gran Jones: resulta que muy cerca del puerto al cual se pretendía someter, existía una mansión (¡otra vez una mansión) y en ella habitaba un señor que estaba muy preocupado por la llegada del pirata. Cuando quiso preparar su protección con el único cañón que poseía, notó que ya no le quedaba pólvora, por lo que mandó a sus sirvientes en su yacht a pedirle prestado un poco de la misma al H.M.S. Romney (nave de la Marina inglesa) que se encontraba atracado por allí cerca. Lo insólito fue que los sirvientes tomaron al Bonhomme Richard por el Romney y fue al mismísimo Jones al que le pidieron el milagroso polvo explosivo. El astuto capitán, sin dudarlo un segundo, se la cedió gustoso a cambio de valiosa información sobre las defensas costeras (información que los sirvientes dieron con la más absoluta ingenuidad).
Ocho días más tarde, en la noche del 23 de septiembre de 1779, John Paul Jones peleó su batalla más famosa cuando se enfrentó cuerpo a cuerpo con el “Convoy del Báltico”, encabezado por el H.M.S. Serapis y el Countess of Scarborough, justo a la vista del Flamborough Head (en la costa noreste de Inglaterra).
De más está decir que las condiciones del escuadrón americano eran claramente inferiores a las del convoy inglés. La lucha fue encarnizada y duró varias horas. En un momento de la misma, dos de los barcos protagonistas -el Serapis inglés y el Bonhomme Richard- colisionaron atascándose el uno con el otro de manera irremediable. El poderío de los cañones del primero hizo estragos en el segundo y ya todos parecían vencidos del lado americano cuando surgió de la boca de Jones, y como respuesta a la demanda de rendición por parte del capitán británico, tal vez la frase más célebre de toda su vida: ¡Todavía ni siquiera hemos empezado a luchar!
Veinte minutos más tarde, y como si hubiera sido guionado para una película de acción trillada, un marino escocés del bando de Jones arrojó una granada por la escotilla central del Serapis y la misma dio a parar en el corazón del barco, justo donde se encontraban almacenados una gran parva de explosivos. Días más tarde, el capitán Jones, su machacada pero triunfante tripulación y 500 prisioneros de la “crème” naval británica, pisaban por fin tierra firme en el puerto de Texel, Holanda.
A raíz de esta victoria, nuestro terco y rutilante capitán fue condecorado con una espada de oro y la Orden al Mérito por el Rey de Francia, Luis XVI. En 1871 regresó a los Estados Unidos en el Ariel y el Congreso Nacional lo felicitó por la manera en que ha mantenido el honor de la flota americana. Los últimos años de la Guerra de Independencia se los pasó asesorando al equipo naval estratégico y entrenando a los nuevos oficiales.

Pavel Ivanovich Jones
Al término de la guerra, se mudó a París donde vivió un tiempo hasta que el nuevo embajador de los Estados Unidos en Francia, el señor Thomas Jefferson, lo recomendó para prestar servicios en Rusia. En 1788 fue nombrado Almirante de la Marina Rusa en el Empress Catherine II, un cargo superior a cualquiera que hubiera recibido por parte de los americanos. Bajo el alias de Contralmirante Pavel Ivanovich Jones, sirvió con distinción al Príncipe Potemkin en la Campaña del Mar Negro contra los turcos.
Y aquí otra de sus grandes anécdotas: previo a lo que sería más tarde recordad como la Batalla de Liman, Ivanovich Jones hizo el reconocimiento personalmente de la flota enemiga, a oscuras y en un barquito durante la noche. Tras la contienda, 3000 soldados turcos muertos, 1600 prisioneros y 15 naves enemigas destruidas fue el conteo que se hizo al costo de una fragata rusa y 18 soldados fallecidos en combate. Más tarde escribiría: Estoy encantado con los combatientes rusos, pues éstos son mucho más gloriosos y mucho menos engreídos.

Annapolis
A la edad de 45 años, en su casita de París y debido a una fuerte neumonía, John Paul Jones murió tranquilo y boca abajo entre las sabanas de su propio lecho.
Su cuerpo fue sumergido en alcohol y enterrado en una tumba sin nombre en el cementerio para protestantes extranjeros de aquella capital mediterránea. Allí permaneció durante más de un siglo. En 1905, y debido a una fuerte campaña de Teddy Roosevelt por recuperar símbolos históricos de una Marina creciente, su cuerpo fue encontrado, exhumado y transportado a bordo del USS Brooklyn (escoltado a su vez por otros tantos barcos de los grandes) al corazón de Annapolis, situada en la Bahía de Chesapeake, Virginia.
En el año 1913, sus restos fueron enterrados en un magnífico sarcófago de mármol en la cripta de la capilla de la Annapolis Naval Academy, un final lejos de ser imaginado por aquel humilde muchacho que nació y creció en las lejanas tierras escocesas.

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